La ausencia de los máximos jefes de las Fuerzas Armadas durante el acto de asunción de Guillermo Presti como nuevo funcionario del área de Defensa no pasó desapercibida en el ámbito político. El gesto, lejos de ser casual, encendió señales de alerta en la Casa Rosada y volvió a poner en agenda el vínculo entre el Gobierno nacional y el estamento militar.

Según trascendió, el malestar dentro de las cúpulas castrenses viene gestándose desde hace tiempo y no se limita a una designación puntual. Entre los principales reclamos aparecen decisiones tomadas sin instancias de consulta, un presupuesto considerado insuficiente para el funcionamiento operativo y la postergación de inversiones estratégicas clave para el sector.

Desde el ámbito militar advierten una progresiva pérdida de jerarquía institucional y una falta de comprensión sobre las dinámicas propias de las Fuerzas Armadas. Este contexto habría generado un clima de tensión que se expresó, de manera silenciosa pero contundente, en la ausencia durante una ceremonia oficial de alto perfil.

Para el Poder Ejecutivo, el episodio representa una señal delicada en un escenario ya atravesado por conflictos con distintos sectores. Analistas coinciden en que, de no mediar gestos de acercamiento y diálogo, la relación podría deteriorarse aún más, con eventuales costos políticos e institucionales.

El desafío inmediato del Gobierno será recomponer puentes con un actor clave del Estado, en un momento donde la estabilidad institucional y la planificación en materia de defensa y seguridad nacional resultan estratégicas.